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Para el normal crecimiento de las plantas se requieren una serie de elementos minerales. Unos los toman del aire, caso del CARBONO, HIDRÓGENO Y OXIGENO, mientras que otros los toman del suelo, como son los macroelementos NITRÓGENO, FÓSFORO, POTASIO, CALCIO, MAGNESIO Y AZUFRE y los microelementos BORO, CLORO, COBRE, HIERRO, MOLIBDENO, ZINC y MANGANESO.
Dentro de los macroelementos el NITRÓGENO, FÓSFORO y POTASIO, el agricultor los aplica normalmente con el abono tradicional, pero no ocurre lo mismo con el CALCIO, MAGNESIO y AZUFRE. 

El CALCIO es abundante en tierras calizas y en las ácidas se recurre a encalar. 
El AZUFRE suele ir incorporado en muchos abonos simples en cantidades apreciables. 

Sin embargo el MAGNESIO no se incorpora al terreno con los abonos tradicionales y si a esto unimos un intensivo aprovechamiento de los suelos, sobre todo regadíos y cultivos leñosos, nos encontramos con que muchas tierras presentan una marcada deficiencia de este elemento. 

El MAGNESIO es vital para las plantas, ya que constituye el átomo central de la clorofila, siendo por tanto indispensable para realizar la fotosíntesis. Se encuentra en forma de sales en la savia y formando complejos de alta energía: ATP , GTP, etc., que son moléculas que intervienen en todas las biosíntesis y por tanto en la formación de proteínas, almidón, materias grasas, azúcares, etc. 

DEFICIENCIA DE MAGNESIO

La deficiencia de MAGNESIO se traduce generalmente, en una clorosis o amarilleamiento entre los nervios principales de las hojas, estas se marchitan desprendiéndose de la planta, pudiendo dar lugar a fuertes defoliaciones. Los primeros síntomas carenciales se presentan en las hojas viejas, ya que este elemento se traslada preferentemente a los tejidos más jóvenes, para facilitar su desarrollo.